Relación de los padres con los hijos

¿Qué quieren para sus hijos?

 
En las charlas que doy a padres me gusta hacer una pregunta: ¿Qué quieren para sus hijos? La mayoría de las respuestas tienen que ver con su felicidad y bienestar: “Que sean felices”, ¨que sean personas de bien”, “que se realicen”, “que tengan lo que yo no pude tener”. 

Hay caminos que ayudan a fomentar la felicidad y otros que,  sin quererlo, van en el camino contrario. Dentro de la felicidad podemos incluir ciertos valores que los padres queremos transmitirles a nuestros hijos. Muchos lo hacen a través cómo creen que deben ser las cosas.

Sin embargo, el aprendizaje y la incorporación de los valores se adquieren a través del modelado de los padres. Es decir, los niños copian nuestras acciones, ven lo que hacemos, cómo nos comportamos. De esta manera, los padres nos transformamos en sus referentes. Así, si quiero que mi hijo no grite, lo que tengo que hacer es no gritar y si quiero que sea feliz, empezar a ser feliz. No conozco hijos seguros y felices con padres que no lo sean.

¿Qué les parece empezar a trabajar con uno mismo? Es hora de enfrentar nuestra propia vida, nuestro pasado que, si bien nos marca, no nos condiciona. Muchas veces vemos  la vida con lentes que no tienen la graduación adecuada.

Si los padres estamos agobiados, estresados o deprimidos, es probable que nuestros hijos también lo estén. Por lo tanto, somos nosotros quienes debemos buscar ayuda profesional, alguna actividad gratificante o intentar dejar las culpas de lado. Dejar de pensar qué está haciendo la vida nosotros y pensar qué estamos nosotros haciendo con la vida. En cuanto empecemos a disfrutar y sonreír nuestros hijos también lo harán.

 
blog-noviembre-delamano1
 
Otro de los objetivos mencionados fue “Que mi hijo tenga todo lo que no tuve”. ¿Dónde está escrito que esto lo hará más feliz? Puede que esas cosas que no tuvimos en el pasado, nos hayan ayudado a convertirnos en quienes somos, a valorar lo que tenemos e incluso a ser buenos padres.

La idea no es no dar todo a nuestros hijos, sino dar las cosas en su justa medida. Es preciso ayudarlos a  que se ganen lo que deseen, para que no crezcan pensado que la vida tiene que ser fácil  y que pueden tener las cosas cuando las quieran. De otra manera, se puede generar una muy baja tolerancia a la frustración.

Otro error que cometemos los padres, aunque lo hacemos con mucho amor, es evitar lo más posible que estos niños se frustren. Si se frustran de niños, cuando sean adultos sabrán que es algo normal,  que no es el fin de mundo, que pueden estar apesadumbrados pero no deprimidos, que pueden volver a intentarlo y, en casos de pérdidas, aprender desde chico a aceptarlas. A modo de ejemplo, si muere una mascota, la idea no es ir corriendo a remplazarla para que no se dé cuenta que no está más y  no sufra.

Es cierto que vivimos en un mundo competitivo, pero no lo convirtamos nosotros en una competencia constante.  Dejemos que nuestros hijos disfruten de lo que hacen, no importa si no es el mejor. Muchas veces, cuando nuestros hijos comienzan una actividad, la disfrutan, pero los padres los criticamos y destruimos su autoestima.  Tal vez no sean los mejores el futbolistas o pianistas, pero debemos dejar que disfruten dicha actividad.

A través del grito o la presión lo único es lograremos es que nuestros hijos se sientan mal o incluso, que llegue a odiar esa actividad que tanto le gustaba.

Estimulemos la competitividad consigo mismo, pero no la competencia con los otros. Es preferible saber si se divirtieron antes que si ganaron o perdieron.

Si tienen las condiciones y los alentamos de manera correcta llegarán muy lejos. Sin embargo, aunque sean muy buenos en lo que hacen, si los presionamos no querrán hacerlo más.  Dejarlos hacer lo que les gusta sin controlarlos los hará ser niños felices y a nosotros padres orgullosos.

 

Por Viviana Vaisenberg

Terapeuta Cognitiva Comportamental y pionera en la terapia online en Uruguay